inverno sopra Venezia
Visión imposible.
Dormitan las góndolas,
amarradas cual tumbas ante la penumbra nevada.
Enfrente, San Giorgio emerge con su campanille espectral.
Las farolas agónicas sostienen sombras entre la bruma.
Los contornos han sucumbido;
el azul, tragado por el crepúsculo poderoso.
Cinco cúpulas oteantes. San Marcos. Bizancio.
Galerías cenobitas de los dogos.
Todo flota. Ciudad aérea.
Me escondo en portalones pestilentes,
avasalladores laberintos de humedad,
reino de la umbría que aprieta,
piedra y agua en el coito de los siglos.
Nada está quieto en esta total quietud.
Algún veneciano centenario despunta una existencia álgida.
El fruncido ceño del Emperador no cede con el paso del tiempo;
guardián celoso,
maldice a los herederos de la Serenissima que hormiguean por la plaza.
La Justicia en el alero
atraviesa con su espada incuestionable
al noble poniente semiescondido.
Pesadas nubes caen inexorable sobre la Laguna Veneta.
El mar, denso, sereno, se rinde.
La urbe resplandece ante los elementos.
"-¡Strenzè el mondo e slarghè la Dominante!";
hoy no es posible.
Ella reposa en el espejo de los pórticos.
Sus collares aplastan.
Habla. Fascina por sí misma.
Quedaos quietos. Nada hagáis. Estáis en Venecia.
Enigmática tras su velo intangible de caligo.
Penetradla por callejuelas, puentes y canales,
respirad su melancolía única.
Visión imposible.
No contéis lo visto. Es irrepetible.
Ni el Rialto se balancea,
ni el Gran Canal sueña;
San Michele pendulea la certeza del destino que no inverna.
Quien certifica la Historia,
disfraza evidencias
y declina entre quimeras.
Visión imposible. Venecia.
(De "Piedra y agua en el coito de los siglos")
ex venezia lux
Luz cristalina, Venezia imperturbable,
abstracción revolucionaria de tu mirada lívida,
periferia perfecta de la vida que arde,
experimento plástico, vacío insondable.
Luz mortecina, Venezia impenetrable,
vanguardia de la expresión visiva del hombre,
percepción que aviva el sentimiento de abandono,
seducción que emana del reposo venerable.
Luz veneciana, levantina,
eres, en verdad, escenografía divina.
(
inédito)
morire in venezia
(Sin Luchino, Tadzio, Gustav, Thomas)
Acaso, seguramente, la bruma se preste como cómplice,
en la tarde áurea, a la deriva de los fantasmas bucólicos,
y los vaporettos dancen coronando la ceremonia lánguida.
El Esmeralda trasvasará ánimas humedecidas a San Michele,
guardará la última góndola, contendrá la fiereza de los canales
y el siroco extenderá su voracidad más allá de gatos y cúpulas.
Es ya tarde para meditar sobre la fiereza de la arena del reloj,
es ya tarde porque no hay tiempo para encumbrar al tiempo
y Venezia suspira en una ladera amembrillada por las lágrimas.
Ritual de luz, predisposición a que nos penetre la luna,
a que dos retratos se besen en la lejanía, noche legendaria,
al amparo de la mandolina y del viejo violín oxidado.
Todo está preparado para el milagro:
los abúlicos niños escudriñan las rendijas pestilentes,
las ratas bucean bajo los portales de mármol,
y, finalmente, Tadzio.
Contemplad el primer abrazo de miradas,
acurrucadas frente al Lido, laberinto y campo,
y el desfile de sombrillas mustias alzadas,
la desesperación de la inaccesible belleza
(la muerte es la única belleza accesible).
Adiós, Tadzio,
ha sido muy breve.
Que Dios te bendiga.
El deseo desesperado de la huida,
la fiebre, nostalgia de fresas cándidas,
pretexto para el retorno mágico.
Renacer a la serenidad, a la placidez del mar anciano,
al verso de las campanas que lloran esplendores pasados,
renacer para sembrar rosas en el pestilente laberinto veneciano,
para perseguirte entre estatuas leprosas y ríos encarcelados.
Adiós, Tadzio,
ha sido muy bello,
morir contigo,
morir en Venezia,
morir enamorado.
(De "Piedra y agua en el coito de los siglos")
cimitero di san michele
Estoy contigo, expectante y sarcástico duende,
mientras reposando contemplas, como Nerón,
su hundimiento, sabedor de que la sobrevivirás.
Pero no podrás retener su esencia de piedra,
ni las almas telúricas que la revolotearon,
ni las hormigas de cristal que se hicieron agua,
ni las lágrimas de su canto pétreo y angustiado.
Pero no podrás coleccionar los viejos poemas óseos,
ni las cunas ametralladas de los polichinelas caídos,
ni los carnavales amugrentados que reptaban por las grietas,
ni los despojos de los músicos que cayeron en el Lido.
Y Erza Pound levantará su mano para pedirte sombra.
Las góndolas funerarias se retiran mustias y secas
por detrás de horizontes de engaños;
buscan el cementerio de los elefantes,
cargadas de cruces, tierra y sudarios.
Dejarás de ser guardián de los escarabajos,
centinelas del los asesinos asustados,
para volver a ser presagio de un nuevo hado.
Y te llamarán los incansables fantasmas
que soñaron con una restauración de años,
con un reinicio mágico, con un cielo dorado.
Y Venezia volverá a ser Venezia y tú un ahogado.
¡San Michele, levanta ese cáliz apagado!
¡Brinda por los que se fueron a tus entrañas
y te dieron todas tus condecoraciones de plata!
¡Y suspira porque aún no se han apagado todos los llantos
y el agua renueva la piedra y el sol purifica tu campo!
¡Y reza porque no retorne los dogos apocalípticos
con lenguas de fuego y rayos como coraza!
Cementerio de San Michele, la muerte te amenaza.
(De "Piedra y agua en el coito de los siglos")
© Antonio Gómez Hueso
Foto: Virginia Rosy
Pintura de San Michelle.- Canaletto.