_________________________________________________
Prólogo de Antonio Gómez Hueso
AMETRAMETAFORANDO LA VIDA
En «Las Palabras», Octavio Paz nos exhorta: «Dales la vuelta, / cógelas del rabo (chillen, putas) / azótalas, […], / ínflalas, globos, pínchalas, / sórbeles sangre y tuétanos, / sécalas, / cápalas, / písalas, […], / tuérceles el gaznate, cocinero, / desplúmalas, / destrípalas […], / arrástralas, / hazlas, poeta…». Y algo así plantea José Puerto Cuenca en Recolecciones, manejando los vocablos con excepcional destreza, usando los extraídos de la tradición, revitalizando otros olvidados, buscando los cultos, creando neologismos, deleitándose con vulgarismos… Todo en función de dar identidad, trascendencia y hermosura a su mundo lírico, lo que, en nuestra opinión, logra holgadamente. Elabora un código autónomo en el que su propio lenguaje ha sido liberado del pragmatismo del habla corriente, consiguiendo una exuberancia y complejidad donde se manifiesta su poderoso ingenio, agudeza crítica y sensibilidad ante las manifestaciones de la vida.
Puerto Cuenca somete la realidad a una profunda transformación literaria. Se identifica con los ambientes que va a describir, revelando sus identidades e interrelaciones. Así, disecciona diversos conceptos, filosóficos o existenciales (la verdad, el alma, la tierra, los milagros, la poesía, la noche, la palabra, las reglas cotidianas, el amor, la vejez, los niños hambrientos, la naturaleza, los nombres, los inmigrantes, las fronteras, los campesinos…), extrayendo y recreando su esencia poética. Tiene una gran versatilidad, dotando a cada composición de una singularidad estilística propia, con lucidez y congruencia. Se nos presenta como un creador solidario con el mundo en el que vivimos y no duda en denunciar algunos de sus males: la violencia que ejercen algunas sociedades contra la mujer, el auge de nacionalismos e ideologías separatistas, el abandono de la infancia en países con conflictos bélicos, el sufrimiento de los inmigrantes, la codicia del mercado financiero…
Recolecciones presenta unos vértices temáticos que, con diferentes matices y tonalidades, van a oscilar y a configurar la semblanza artística de su autor y su posicionamiento ante la realidad de nuestro tiempo. Si tuviéramos que señalar un leitmotiv para la obra, seguramente elegiríamos el contraste vital, la oposición de entornos, costumbres y circunstancias, la tendencia a la confrontación de contrarios (mundo rural/mundo urbano, castillo pétreo/castillo interior, escuela/cementerio, tesoro monetario/tesoro léxico, campesinos/soldados…). Temas y subtemas se entrelazan y se encadenan en el universo puertiano en una perfecta simbiosis, dotándolos de sentido y revelando sus semejanzas y diferencias ocultas. Sin pretender ser exhaustivos, vamos a señalar algunos de sus temas claves.
—Lo natural como fuente de pureza y vida, frente a la adulteración del mundo urbano. Esto se percibe claramente en «Yo tengo un sueño»: «Me veo recién plantado en una tierra nueva / al otro lado diáfano de todas las fronteras, / en una heredad brillante y fértil donde reina / como dueña y señora la madre clorofila, / en donde las verdades cereales de la savia, / las miradas, las bocas, los estómagos colman / y socavan, devoran los antiguos decretos / oscuros y concretos de asfalto y de cemento». Este compromiso inequívoco a favor de la ortodoxia y autenticidad de lo rural es un tema recurrente puertiano («Pídele a la madre Tierra / sus frutos curadores»). Gusta de describir intensamente lugares queridos, los analiza y metaforiza, intentando transmitirnos su honda identidad estética (Cueva de Tíscar, España, Portugal, Andalucía, Cádiz, las fuentes de Priego…).
—El hecho poético, su sentido ante una sociedad dominada por las leyes económicas. Esto se plasma en composiciones como «Poesía urbana», «Poesía bajo sospecha», «Señora Poesía» y «Carta a Miguel». Puerto Cuenca desarrolla su fina ironía para cuestionar el valor de la poesía, su papel en este mundo deshumanizado, el ego de algunos autores y la falsedad que también asoma en este particular colectivo («Los poetas no cotizan y se alimentan del aire, / beben estrellas, se visten de estremecimientos / y viven en limbos de protección celestial»).
—La utopía para construir una sociedad mejor. Perfectamente definida en el poema «Yo tengo un sueño» («Es una tierra enhiesta en una vibración nueva / de energías sin cargo de codicia e inmundicia […], / un mundo habitado / por humanos señores de su propia conciencia»…). Este asunto vuelve a aparecer en «Mudanza» y se esboza en otras composiciones.
Para desarrollar estos temas, nuestro poeta lucentino maneja diferentes técnicas de versificación y recursos estilísticos.
El soliloquio es muy utilizado como introspección autobiográfica, que nos muestra las relaciones de su interior con el entorno en el que habita, sea rural o urbano. Esto se percibe en «Extremos de dura lluvia», «Pan de agosto», «Curriculum Nautae», «Bautizo en Priego», «Que viene el cordero», «Yo tengo un sueño»... Normalmente el ente receptor de su discurso es él mismo, y lo escribe en primera persona, con carácter catártico. Se confiesa ante el lector contando sus experiencias, impresiones, transformaciones. En «Carta a Miguel» el soliloquio tiene un ente receptor distinto, el poeta Miguel Hernández, a quien ruega aconseje a otro poeta ilustre, Federico García Lorca, en caso de renacer este a la vida. El poema contrasta las condiciones sociales que tuvieron ambas vidas, unidas por una tragedia mortal parecida. También realiza soliloquios con su esposa María Luisa/Penélope, con el ángel poeta Bécquer, con la comunidad porcina y con el mismísimo Don Quijote.
Elabora desideratas variopintas. Nuestro poeta se dirige al lector aconsejándole y deseándole metas o actitudes que echa de menos y que debería lograr. Esto se evidencia en piezas como «Platón te llama», «Vivir con las botas puestas», «Enramada de Pascua» y «Mi versión del ‘If’ de Kipling».
Como no podía ser de otra manera (en un autor que se ha curtido literariamente de la tradición oral, los trovos y el folklore), las formas de la lírica popular están aquí presentes. Además de dotar a algunos de sus poemas de ese repentismo propio de los trovadores, haciéndolos pasar de un discurso grave a otro jocoso e improvisado (sobre todo en la composición «Poesía urbana»), también ha escrito décimas, tanguillos, manriqueñas e, incluso, nos ofrece veinticuatro haikus que, aunque es una forma procedente de Japón, se ha implantado de lleno en nuestra literatura.
Puerto Cuenca percibe el mundo desde una conciencia sensorial. La metáfora, la personificación y la sinestesia van a ser sus herramientas claves. Todo el poemario es una sinfonía alegórica llena de belleza, cohesión y hondura filosófica. Como muestra más significativa, la excepcional etopeya «Paisaje de Pedro adentro», semblanza de Pedro Iglesias Caballero. Un torbellino de metáforas y otras figuras retóricas configuran un retrato exhaustivo del legendario autor egabrense, donde la magnificencia de las imágenes desvela su alma y sentimiento, todo ello con dominio absoluto de un lenguaje culto, bien cuidado, escogido y ensamblado.
Las personificaciones pueblan gran parte de esta obra. En algunos casos, se convierten en el núcleo central del poema, como en «Mi alma luzandante», «Luz de noche», «Cueva de Tíscar». Algunos ejemplos: «Carne membrillo / jugando al escondite / con los chiquillos.», «La luna nada», «…la Verdad sin sombra / nos mira, nos conoce, sabe de nuestros pasos».
La sinestesia es muy utilizada como complemento de su poderoso metaforismo («Mi alma huele a tomillo y alhucema», «Los ojos tocan, / las manos ven, / los tímpanos olfatean», «Flotan ecos de gargantas rotas»…).
En un poemario tan pletórico, Puerto Cuenca emplea con rigor muchas figuras literarias más: aliteraciones («amasando la argamasa», «certeros zarpazos de linces ciudadanos»… ), anáforas («treinta monedas traicioneras, / treinta rezos a dioses impasibles, / treinta abrazos imposibles»…), numerosas paronomasias («aunque sean gratas son gratis sus palabras», «mi amarre, mi arrimo», «…donde las costas y las cuestas de la vida», «¡Qué bramido el de Brahma…!», «pisadas pesadas»… ), sinécdoques («En esta barca de papel navegan treinta sueños»…), paradojas («Es mentira esa verdad que me cuentas»…). Asimismo constatamos la existencia de onomatopeyas, semicadencias, bimembraciones, retruécanos y otras figuras algo menos utilizadas. Realmente, sería una peliaguda tarea detectar alguna que nuestro autor no use.
Crea neologismos brillantes, de sonoridades sugerentes, significados evidentes, en muchas ocasiones palabras compuestas (luzandante, politéticamente, desengloriar, quasianónimo, desdemediada, ametrametáforas, ferriblanda, sobremorimos, maspausia…). Así mismo, neoexpresiones inspiradas en frases hechas (Que viene el cordero, cuentos de nada, células hipocritarias, prima de miedo, lluvia lúcida, currículum nautae…)
Su perspicaz sentido del humor aparece con frecuencia, poblando sus versos, dotando de clarividencia su visión de la vida, con espíritu crítico y desmitificador. Está presente en títulos, expresiones, imágenes divertidas, palabras alusivas… Le dedica incluso una sección del poemario: «Humoraciones». Algunas composiciones evidencian sobradamente esta cualidad: «Que viene el cordero», «Nanai traigo to declare but my part of Gibraltar» —desternillante poema escrito en espanglish—, «Poesía urbana», «Poesía bajo sospecha», «Currículum Nautae», «Con Buster en la Vía Verde»…
Puerto Cuenca sabe pasar súbitamente de la gravedad de un planteamiento a la espontaneidad de un comentario humorístico y chispeante; de un lenguaje barroco, culto y complejo, a un lenguaje popular, corriente y sencillo; de la hondura de una introspección personal al desparpajo de una extroversión colectiva.
Recolecciones es la obra madura de un poeta coherente, completo y comprometido, que elabora su arte con minuciosidad, variabilidad de temas y estilos y complejidad estética. Su lectura, siempre reposada y reflexiva, es altamente recomendable para cualquier persona que quiera asomarse a realidades muy próximas, a planteamientos descontaminados sobre la sociedad moderna, con sus virtudes y vicios, sus contradicciones y valores reconocidos. Experimentará primero asombro y luego el gozo de la belleza derramada en los versos. Sin duda, las creaciones de José Puerto Cuenca serán —lo son ya— fuente de inspiración, referente poético y modelo ético.