fugacidades
(extraídas del libro "Piedra y agua en el coito de los siglos")
LXII
Sobre todo,
ante todo
y pese a todo,
hay que firmar en el Libro de la Nada.
LXIII
Silencioso, el silencio silencia la palabra.
Ruidoso, el ruido enrudece la palabra.
Pero, pese a todo,
la palabra grita,
atrona,
vocifera...;
la palabra vive.
Ni el mutismo ni el estrépito pueden con ella.
LXIV
Atravesar el desierto ahumado,
desnudos oníricos,
con el reloj acelerado,
debe ser algo así
como un muerto enamorado.
LXVI
Los insectos traerán la sábana,
untaremos nuestros cuerpos con miel,
nos lanzaremos al cielo azafrán,
cambiaremos toda la piel.
LXVII
Si nos manifestáramos como somos,
si nos reconociéramos tal como,
si actuáramos como tales,
todo sería distinto,
y más aún,
seríamos trascendentales.
LXVIII
De nada sirve restaurar ruinas;
de nada sirve evocar emociones;
de nada sirve pensar en pasado.
Sólo es rentable beber el instante.
LXIX
Cuentan los ancianos más viejos
que hubo un día,
perdido en el pozo de los tiempos,
en que murió el último dios.
Lo cuentan los viejos al brasero,
nadie sabe la razón.
LXX
Fatídico ensueño de hombre:
formar parte de este mundo.
Ilusión paranoica del mismo:
creer en la existencia de otro.
LXXI
Háblame en clave de verdad;
Muéstrate en clave de sinceridad;
ámame en clave de totalidad.
Me desnudaré sólo ante ti.
LXXII
El mago sacó la bola de cristal,
lanzó extraños conjuros.
Entonces, ¡oh, milagro!,
los gallos empezaron a cantar,
el sol despuntó tras la montaña,
la luz surgió de las tinieblas.
El mago, satisfecho, guardó la bola;
al atardecer debía realizar un nuevo prodigio.
LXXV
Como última solución
bien puede valer
demandar a Dios por serlo
y al Diablo por creerlo.
LXXVI
Urge readmitir a los muertos
(sin ellos nada tiene sentido),
bautizarlos con fuego
y devolverles sus derechos.
Urge clausurar el Universo
(sin él todo tiene sentido),
jubilar a los mitos
y enterrar los misterios.
Todo por rescatar a la vida de su mausoleo.
Todo por rescatar al hombre de su infierno.
LXXVII
Apostaré por nuestro reencuentro
en la playa vacía del ayer.
Esbozaré un tenue momento
en el que nos meceremos otra vez.
Apostaré por ti y por mí,
una vez más,
con toda mi voluntad.
LXXVIII
Gentes que nunca allanaron el camino,
nunca pintaron sus casas,
nunca festejaron el día.
Gentes así yo he visto.
Ellas no repararon en mí.
LXXIX
Sutilmente,
disimuladamente,
tropezamos con la suerte.
Maquinalmente,
tenazmente,
diseñamos nuestra muerte.
LXXX
Prisionero no sé de qué ansias,
yerro entre sílfides y quijotes.
Niego lo que hago
y me reconozco en lo que siento.
LXXXII
De sabios, rectificar;
de necios, aseverar;
de hombres, errar;
de dioses, incordiar.
LXXXIII
Elige algo indefinido;
adórnalo con cierta vaguedad;
abstráelo figurativamente.
Conseguirás una verdad.
LXXXIV
Sin saber por qué,
hemos retrocedido en el laberinto.
Sin saber por qué,
en nuestro retroceso,
hemos alcanzado la salida final.
LXXXV
Olivares: brazos de tierra,
presencias firmes ante el devenir incierto.
LXXXVI
Es probable que el abedul y el abeto
compartan una verdad que ignoramos.
El uno, verde luz, tronco albo y otoño dorado;
el otro, glauca sombra, manto cónico y fieles hojas.
Es probable que el abedul y el abeto
nos revelen algún día su secreto.
LXXXVII
En sueños, el umbrío patio de mi niñez.
Escenario adoquinado de juegos;
los nietos del Sol filtrándose por los rincones,
bosques brumosos de aventuras e ilusiones.
Entre pétalos multicolores, macetas y parral,
azucenas, claveles, jazmines y adelfas,
luz y sombra, tierra, piedra y cal,
dejé de ser niño para la eternidad.
LXXXVIII
Besándonos, te llevo al precipicio,
amándonos, caemos.
El mar recoge nuestra energía destapada,
el mar bebe nuestra pasión endiablada.
LXXXIX
Al lado de las ávidas preguntas
gravitan dos salamandras celestes.
La primera advierte confusión;
la segunda incita conteste.
Al lado de las abúlicas respuestas
reptan dos mambas oscuras.
La primera inyecta falsedad;
la segunda provoca locura.
XCI
Atendiendo a la rosa de espuma
que brota en tu pubis,
he desatendido el ingrávido bosque
que reposa en mi interior.
XCII
Doblamos sentimientos
con la forja de nuestra fatiga crónica.
Desmenuzamos dudas
con el hielo de nuestro carácter ajeno.
XCIII
Antaño,
sumidos en tinieblas y utopías,
hicimos un firmamento sin tierra que acoger.
Ahora,
enmarañados en rutina y seguridad,
mantenemos una prisión con cerrajas condenadas.
Mañana,
despiertos de frustración y mentira,
levantaremos un ataúd sin la esperanza de renacer.
XCIV
Mi insomnio errante topó con tu piel marina.
Erupcionaron los volcanes legendarios
y brotaron los torrentes cálidos.
hicimos vidrio de nuestros cuerpos,
títeres transparentes de la pasión.
XCV
Cuando alcanzamos el horizonte
descubrimos la nada.
Por eso nuestra alma está vacía.
XCVII
Construiremos una pirámide
en el fondo del océano.
Derribaremos la catedral
para plantar una flor.
Proezas como éstas
son la única solución.
C
Cien momentos de éxtasis
son siempre menos
que un momento de éxtasis.
CII
Sólo vi alegría en el fondo del mar;
la tristeza es sombra humana.
CIV
Todavía aguanta su sonrisa.
Aunque sus plumas se fueron desgajando,
y su reloj la arena perdiendo,
todavía aguanta su sonrisa.
CV
Zozobramos arruinados por la tiranía del yo,
mientras la belleza se desparrama inútilmente.
CVI
Mis grandes anhelos
desaparecieron tambaleantes en el cementerio de las mariposas.
Mis pequeñas utopías
se instalaron definitivamente en mi corazón alado.
Por eso soy feliz.
CVII
El roble, náufrago y desnudo,
susurra a la brisa sus cuitas.
Pero la brisa, ternura y abrigo,
no le oye, le cree mudo.
CVIII
¿Qué decir cuando los murmullos enmudecen la voz,
cuando el silencio grita palabras
cuando los susurros atronan el habla?
CIX
Tenemos que matar a los muertos
para que los vivos puedan vivir.
CX
Vivimos tantas incertidumbres
que ya nos parece lo cierto incierto
y lo incierto es que esto sea cierto.
CXIV
Resonaron de nuevo los clarines,
exigiendo la mudez total.
Sin embargo, un oportuno grillo
burló tal autoridad.
Y es que ni a la vida se puede cercar,
ni al hombre callar.
CXV
Jugueteábamos con afilados sentimientos,
sin saber, sin pensar, sin sospechar su fragilidad.
La ruptura en mil pedazos fue todo un acontecimiento.
CXVII
Subido al más alto mástil
oteo la ondulada inmensidad del campo,
planeo en el viento como una gaviota perdida
y desaparezco para siempre de tu mirada.
CXVIII
Aduéñate de la vida;
es todo lo que tienes.
CXIX
Si nuestros huesos hacen ceniza, hacen tierra,
nuestro espíritu hace agua, hace marea.
CXX
El vaivén de las olas
recoge nuestras preguntas sobre la existencia
y nos las devuelve sin contestar, vacías en esencia.
CXXI
El firmamento cae lentamente,
los escalofríos se solidifican
y la gélida tarántula nos abraza
con esa firmeza trágica,
con esa tenue esperanza.
CXXII
Aunemos nuestras indolencias,
busquemos la sinrazón,
desviemos los móviles,
el mundo marchará mejor.
CXXIII
Siempre hay un reguero de silencio
serpenteando entre la cháchara.
Es la verdad que se nos escapa.
CXXIV
La imagen de Dios no es el hombre:
es el mar.
© Antonio Gómez Hueso